Erwin Neher: Los científicos son un poco como los artistas

Erwin Neher (74) tiene modos de hacer y ser papanoelescos: simpático, sonriente, pelo (poco) canoso y desorganizado y barba, también canosa y desorganizada, aunque bien trabajada. Cualquiera diría que ha sido sacado de un cuento de hadas, en el papel de bonachón, por supuesto, sino fuera porque es real, claro. Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1991, junto con Bert Sakmann, por sus trabajos sobre la observación del paso de corrientes eléctricas por un canal de la membrana celular. Amante de la naturaleza y de los animales y con cabeza analítica, pronto se inclinó por el estudio de la física, aunque con una idea clara: añadirle, más tarde, la biología y convertirse, así, en biofísico. En 1963 empezó en la universidad, hasta 1967, cuando, después de su paso por Wisconsin —donde se especializó en biofísica—, volvió a Múnich. Y se incorporó en el Instituto Max Planck, del que fue nombrado director del departamento de membranas (1983). Pero, a pesar de todo este currículum, sigue con los pies bien anclados en el suelo. Si no entiendes algo, te lo explica de nuevo y, si no, te lo cuenta del revés. Así es este enamorado de su trabajo y de su familia: mujer y cinco hijos.

¿Qué pensó cuando les premiaron con el Nobel?

¡Buf…!; en realidad, una mezcla de sentimientos. Por un lado, mucha satisfacción porque alcanzábamos una meta que posiblemente muchos científicos sueñan con cumplir; pero, por otro lado, un poco preocupado al pensar: ¿Qué vendrá ahora? Es mucha responsabilidad, la que recae encima de ti.

¿Se lo esperaba?

No; aunque, claro, cuando te nominan, ahora te piden tu currículum y una serie de documentos. Así que como científico, cuando me pidieron que enviara todo esto a mitades de enero, sospeché que era una nominación para el Nobel. De hecho, varias veces supimos que nos habían nominado. En 1990 pasó algo un poco extraño. Me invitaron tres o cuatro veces a conferencias en distintas universidades suecas, y me llamaban para muchas entrevistas. Eso me hizo pensar que existía una posibilidad de serlo ese año, pero no pasó nada. Un año después, me olvidé del tema y… sí: nos lo otorgaron. Fue una sorpresa.

Su investigación ¿puede ser el futuro para la cura del alzhéimer, párkinson y otras patologías similares?

No exactamente. El alzhéimer y el párkinson son enfermedades neurodegenerativas, en donde las neuronas mueren y, como hemos aprendido de Ramón y Cajal, en el momento en que una neurona muere, se va para siempre: no se regeneran. Dependiendo de en qué parte del cerebro se degeneren las neuronas, se crearán los síntomas de dichas enfermedades. Mi trabajo se basa en una pregunta: ¿por qué mueren las células? En los últimos cinco años, más investigaciones han ayudado a entender este fenómeno. Pero esta no es mi área de investigación. Al principio, estudiaba este mecanismo bastante básico de cómo se genera un pulso nervioso. Recientemente, me he estado centrando en la transmisión sináptica, es decir, cómo se comunica una neurona con la siguiente. En particular, estoy centrado en cómo la neurona que va antes logra mandar la señal. Sucede porque se libera un proceso químico al que se le llama “transmisor neuronal”. Este transmisor neuronal me ha ocupado estos últimos veinte años de investigación.

Y todo ello, ¿para el estudio de alguna enfermedad concreta?

En verdad no: solo estudiamos el proceso fisiológico, que está relacionado con problemas neuroendocrinológicos. Existe una variedad de enfermedades psiquiátricas que suceden por la disfunción de la sinapsis, por ejemplo: el autismo. Está más que claro que está relacionado con ciertas proteínas conectadas al transmisor de lanzamiento. La esquizofrenia también tiene su relación con la disfunción de la sinapsis.  Pero la verdad es que los estudios sobre todos los procesos y lo que pase dentro del cerebro siguen cambiando y seguimos debatiendo e investigando.

¿Por qué es tan difícil encontrar una solución para estas patologías?

El cerebro es muy complicado, muchísimo más que descubrir por qué la televisión no funciona o por qué el coche no arranca.

¿Es la parte más compleja del ser humano?

Sí. Sin duda alguna.

¿Cree que están cerca de encontrar algún tipo de solución?

Creo que las cuestiones neurológicas, como las enfermedades degenerativas, tal vez sí estén más cerca de avances que en las enfermedades psiquiátricas. Y es que para prevenir la muerte de una célula basta con entender cómo reacciona y funciona: cuándo llega, si se divide y genera otras células… Y es un problema relativamente limitado. Pero entender el sistema completo, el motivo por el cual una persona es esquizofrénica, requiere mucho más que solo entender lo que sucede a nivel celular.

A veces puede dar la sensación de que la investigación en ciencias básicas esté lejos del día a día. ¿Cómo hacer posible la llamada “ciencia traslacional”, presente en la biomedicina, que busca el rápido paso del laboratorio al paciente?

Los que normalmente nos volvemos científicos, lo hacemos porque nos interesa entender ciertas preguntas. Los políticos y la sociedad quieren que curemos enfermedades, que encontremos resultados al cabo de dos años. Nosotros tenemos que mantener y tratar de convencer a las personas que no es solo esto, sino de encontrar la justa medida entre ambas cosas. Si se generan nuevos conocimientos por medio de la ciencia básica, se encontrarán nuevas formas de aplicarla a lo que ya se sabe y a nuevos resultados. Es la mezcla perfecta de ambas cosas lo que logrará este balance. Pero, ¿sabe usted cuánto suman los presupuestos de la Max Planck Society, que es ciencia básica, y el Deutsche Forschungsgemeinschaft, que es la agencia principal de fondos?

Pues no

No llega ni a un 3 o 4 % del esfuerzo total en investigación y desarrollo en Alemania.

No parece mucho…

¡No, claro que no! Debería ser una misión del gobierno financiar la investigación en ciencias básicas, para el beneficio de todo el mundo. Y, claro, nosotros, como científicos, publicamos los resultados de nuestro trabajo –no tenemos secretos–, pero se quedan aquí, en el ámbito de la universidad: en Boston, en Harvard, o donde sea. Y aunque todo el mundo puede leer las publicaciones de la Universidad de Stanford, parece que no es suficiente. Parece que la ciencia que es muy básica y los desarrollos tecnológicos tienen que juntarse (también geográficamente) para lograr tener este espíritu innovador real.

En este sentido, ¿cree que el futuro de la medicina es la ciencia biomédica?

La biomedicina es la base científica de la medicina práctica y, en este sentido, sí que es como el paso previo. Tal vez no está tratando directamente al paciente, pero brinda todo el soporte científico para tratarlo, como la cultura celular o la espectrometría de masas. En el pasado, esta disciplina ha estado muy delimitada, como en la radioterapia, donde muchas veces se necesitaban físicos para hacer funcionar el equipo y encargarse de los isótopos, o actuaciones que había que hacer en el entorno de una clínica, sin ser médicos… A medida que evolucione la medicina molecular, será más necesaria la ciencia biomédica, claro.

Lo mismo podríamos decir de la bioinformática, ¿no le parece?

Sí, sí. Por supuesto. Gracias a la bioinformática conseguimos extraer conocimiento útil, a partir de muchos datos disponibles en la secuenciación genómica, por ejemplo. Y esta técnica de secuenciación genómica es cada vez más barata, con lo que pronto el coste dejará de ser un límite. Así, la bioinformática logra eliminar todo lo irrelevante de esta información. Sirve para las terapias contra el cáncer, descubrir qué es lo que sucede y, cuando se tenga la información más relevante se sabrá cuál es el tipo ideal de medicinas moleculares que interferirán con ciertas vías. Es un gran campo en el que trabajar.

Parece que hoy en día se necesitan más estudios interdisciplinarios para estar pendiente un poco de todo

Sí. Ciencias físicas, químicas e informáticas.

¿Qué características debería tener un investigador?

Debe tener curiosidad, cultivarla buscando lo que le parece realmente interesante. Y tener la habilidad de sumergirse en el problema.

¿Algo así como un periodista?

Sí, como un periodista, por supuesto y, además, tener ciertas habilidades para resolver los problemas. En algunos campos basta con leer muchos libros; pero también serán necesarias habilidades analíticas, matemáticas…; no todos los investigadores las mismas, pero sí muchas de ellas. Esas son las bases.

Con su experiencia, ¿podría decir que vale la pena dedicarse a la investigación?

La investigación, por un lado, es dura. Es competitiva y tienes que competir. Pero es de las pocas posibilidades profesionales de nuestra sociedad en donde se puede hacer lo que tú quieras, teniendo tus propios planes de trabajo. Los artistas hacen eso, siguen su guía artística. Pero creo que hasta aquí, en España, es más sencillo ganarse la vida como científico que como artista.

En España tenemos el problema de la “fuga de cerebros”, especialmente hacia Alemania

España es inteligente y su experiencia acabará volviendo. Como le ha ocurrido a China,  por ejemplo. Con los años hemos tenido muchos estudiantes chinos: los recibimos hace unos veinte años y luego se fueron a los Estados Unidos y ahí se quedaron. Después, hace quince años, volvieron a nosotros: se fueron a los Estados Unidos y regresaron. Y ahora China hace enormes esfuerzos para traerse a todo el que pueda. Así es como la economía china florece y el avance tecnológico es notable allí.

¿Cree que los científicos son un poco como los artistas?

Sí, sí creo que los científicos sean un poco como los artistas, pero con el privilegio, bueno algunos de ellos, de ser apoyados por la sociedad. Curiosidad y creatividad: eso pide la investigación.

* Entrevista realizada con la inestimable colaboración de la profesora Natalia Ricco, New Cyclins Group Manager, de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud (UIC Barcelona). Erwin Neher estuvo en nuestra universidad participando en un encuentro de académicos, gracias a la RAED y la Fundación ‘la Caixa’.

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