Xavier Gil: Si queremos ser europeos de verdad, deberíamos ir al 3+2

Xavier Gil Mur (Barcelona, 1962) es de aquellas personas con las que se puede hablar de cosas muy serias y pasárselo muy bien. Porque ríe que da gusto, es extrovertido y dialogante: sabe escuchar —en silencio y con la mirada profunda de las personas savias— y le encanta charlar. Catedrático en Biomecánica y Biomateriales en la Universitat Politècnica de Catalunya —donde era director de la Escuela Técnica de Ingeniería Industrial de Barcelona y había sido vicerrector de Investigación—, ahora ya lleva un año al timón de UIC Barcelona, como rector, tomando el relevo de otro ingeniero, Pere Alavedra. “El día que me lo propusieron, me hizo mucha ilusión. No me lo esperaba, la verdad, pero esta universidad enseguida me ha atrapado. Ahora, para mí, cada día es un nuevo reto”.

Así, entre sistemas universitarios ideales, la situación económica crítica, Europa y sus boloñesas, lo que se espera de UIC Barcelona, etc., hubo momento para las anécdotas. Como aquella vez en la que presentó a los medios de comunicación el satélite SMOS, que habían desarrollado con el CSIC. Él, en catalán, explicó que servía para determinar la “humitat del sòl” (“humedad del suelo”). Al día siguiente, en Valladolid, un periódico local dijo que “un satélite desarrollado por la UPC medía la humedad del sol”… Le faltó tiempo, a su rector, para llamarle y preguntarle si se había vuelto loco… ¡Problemas del directo!

¿Qué es, para usted, ser rector de UIC Barcelona?

Sin lugar a dudas, un gran honor y una gran responsabilidad. Os lo digo sinceramente. Ya me la he hecho mía, y cada día que entro por la puerta lo hago con la misma ilusión del primer día. La quería antes y la amo más ahora, que la conozco más y desde dentro. Ya sé que no todo el monte es orégano, pero se trabaja con ganas, y eso es muy importante. Además, la realidad es que tenemos una proyección de futuro muy grande. No lo digo yo: me lo dicen las autoridades civiles, que nos ven como una universidad modelo para el futuro, y eso es lo que tenemos que llegar a ser, una universidad conocida y reconocida internacionalmente, sabiendo que quizás no seremos muy grandes, pero en lo que seamos seremos muy buenos.

¿Qué aporta una universidad privada, en medio de tantas públicas?

Bueno, es cuestión de ver las diferencias entre un modelo y otro… De entrada, la universidad privada tiene una gran capacidad de flexibilidad y mucha más rapidez a la hora de tratar de alcanzar objetivos concretos; esto da una modelo de gobernanza muy particular. En las universidades públicas, el gobierno tiene un problema muy grande de falta de inercia y poca velocidad en la toma de decisiones. Además, allí, el alumnado y el profesorado no dejan de ser un DNI, mientras que aquí lo que decimos es verdad: “Más que estudiantes, personas” no es solo un lema, sino una realidad. Tratamos de ayudar a todo el mundo para que progrese, de modo que quien pueda dar 100 que dé 100: sin poner puertas al campo.

Mirad, en este momento, por ejemplo, hay un buen porcentaje de estudiantes de Medicina o de otras titulaciones como Odontología o Derecho que vienen aunque hayan tenido nota para entrar en la pública. Esto quiere decir que nos prefieren a pesar del esfuerzo económico que supone. Y es aquí donde nos lo jugamos todo. Debemos exigir, empezando por que los profesores den muy bien las clases; buen trato con los estudiantes, pero sabiendo que deberán sudar la camiseta si quieren tener buenas notas… Todo esto es muy importante y lo debemos cuidar.

Ahora bien: jugamos con desventaja, ¿no le parece?

Económicamente, por supuesto. Pero esta desventaja la podemos reducir con becas de excelencia académica, ayudas para que todo el que quiera y no tenga recursos pueda venir a estudiar… Actualmente tenemos un programa anual de becas de unos cuatro millones de euros. Por otro lado, aunque no recibimos financiación, sí podemos participar en las convocatorias: debemos hacerlo y lo estamos haciendo. Además, también tenemos la ventaja de poder facilitar trabajo a los estudiantes que terminan la carrera.

Pero esto tampoco es tan sencillo.

No, claro que no. Pero dejadme que os diga que cuando llegué aquí me sorprendió mucho —porque no me lo esperaba, y creo que es un valor de la privada— la gran relación que existe entre las titulaciones de la Universidad y el entorno socioeconómico: es decir, muchos estudiantes desde primero de carrera ya hacen prácticas en hospitales, despachos de abogados, estudios de arquitectura… Esta conexión con la sociedad es una herramienta muy importante con la que el estudiante ya ve su futuro profesional y que ayuda mucho a la inserción laboral de nuestros alumnos, que actualmente está entre el 90 % y el 95 %.

Todavía nos queda mucho camino por recorrer.

Sí, pero, mirad, hace unos meses un catedrático del País Vasco me decía: “En Odontología ya casi estáis en primera línea, y también en Medicina. Estáis como la Complutense o la Autónoma de Madrid, la Universidad de Murcia, la de Granada… La única diferencia es que vosotros lleváis 18 años y los otros 200, 300 años y en algunos casos ¡hasta 500!”

En todo esto, la investigación juega un papel muy importante para que realmente sea así, ¿no?

¡Por supuesto! Es una de mis prioridades. Buena investigación. Captar talento. Crear escuela. Son tres cuestiones esenciales de lo mismo. Es importante que cada profesor sea escuela, un punto de inicio para hacer investigación: captando talento interno y externo. De este modo sí se puede hacer buena investigación, porque no se queda nunca en una sola persona, sino que crece y se amplía. Así, queremos personas capaces, que sean elementos tractores de áreas de conocimiento y puedan formar una escuela. Retener a los buenos y también buscar profesorado líder que quiera venir a trabajar con nosotros: de diferentes partes del mundo y de facultades altamente acreditadas. Por eso hay ayudas públicas en las que también podemos participar nosotros. En definitiva, tenemos que intentar que cada profesor aporte doctorandos, de manera que tenga un buen número de personas y que todo el conocimiento que generen se traslade a la sociedad.

¿Cuál es la causa de los buenos resultados en investigación en Cataluña?

En su momento, el conseller Mas-Colell hizo un pacto con todas las fuerzas políticas según el cual, gobernara quien gobernara, se seguiría el mismo modelo. Un pacto de investigación que ha funcionado muy bien y, efectivamente, Cataluña ahora está en la primera línea internacional desde este punto de vista. En el resto del Estado, cada partido político cambia el modelo de investigación, y esto no funciona. Tened en cuenta que, de todo el dinero que viene a España para investigación europea, más de un 50 % es para Cataluña, mientras que del Ministerio solo viene el 20 %. ¿Cómo valoráis esto? La investigación en Cataluña está muy reconocida internacionalmente y yo pienso que UIC Barcelona también debe seguir este modelo de captar talento y ganar prestigio. En el Patronato y la Junta de Gobierno no lo vemos como un gasto, sino como una inversión de futuro. ¡El dinero que se invierte puede multiplicarse por cuatro o cinco si nos esforzamos!

¿A cuántos años vista?

Cuesta, pero… Quizá siete u ocho años para crear grupos potentes. Lo iremos viendo, poco a poco. Por este motivo tiene tanta importancia para nosotros el centro de transferencia de conocimiento. La relación, por ejemplo, entre las carreras de salud y de humanidades tiene muchísimo potencial, y aquí tenemos más facilidad para hacerlo, porque somos pequeños. Como os decía, la búsqueda es muy importante porque es la manera de devolver a la sociedad lo que hacemos aquí. Es nuestro deber. Además, hará que la docencia sea mejor porque hará que el profesor explique a los alumnos la frontera del conocimiento.

¿Facilitaría más las cosas un sistema universitario único, también a nivel docente?

Sí. Un sistema universitario en el que no haya separación entre la pública y la privada implicaría que todo fuera más competitivo y tuviéramos las mismas posibilidades. Que el mismo derecho a competir debe tener un profesor o estudiante de UIC Barcelona que uno de la UB. Habría que hacer un mapa de grados que sea adecuado: no puede ser que haya una ingeniería y que no haya ningún ingeniero que esté dando esa titulación o que haya más catedráticos que estudiantes, en algunos casos (que esto ocurre, desgraciadamente). Necesitamos una decisión política en la que todos los partidos se pongan de acuerdo con las universidades y hagan un pacto próspero. Pero claro, queda muy mal decir que eliminamos este grado o este otro en Girona, o en Barcelona, o en Lleida, o en Vic… o donde sea porque tiene pocos alumnos…

No hay valor político.

No. No hay valor político y tienes las limitaciones del sistema funcionarial: que la gente no quiere cambiar de lugar, que prefiere quedarse en “su provincia”. Es muy duro, para las universidades públicas, tener unas plantillas fijas y, a veces, gente que no da todo lo que podría dar y que, en cambio, voces jóvenes o no tan jóvenes que, con más de 40 años, siguen sin poderse colocar y están con un sistema precario de contratación tras contratación, sin tener nunca plaza fija.

Por otra parte, actualmente las universidades tienen muchas dificultades económicas, algunas con más de cien millones de déficit. Es necesario cambiar el sistema de financiación, ya que siempre se ha valorado según los espacios y el número de grados y de alumnos que se tiene. Entonces la tendencia ha sido dedicar mucho dinero a construir nuevos edificios que a veces no se sabía ni para qué eran —y en algunos casos se han tenido que vender—; pero, claro, como te daban más dinero…; o crear titulaciones desproporcionadas por la población que tenemos. Dar dinero por número de estudiantes sí tiene sentido, pero en lugar de valorarlo por metros cuadrados o por titulaciones, debería ser por producción; es decir, cuántos estudiantes estoy sacando, qué producción científica y docente tengo, cuáles son mis caracteres o valores o señas de calidad, cuánta gente me viene de fuera, etc. Hay que cambiar de arriba abajo. Pero, claro, si se hace este cambio, quizás se deberá poner en duda que algunas universidades tengan razón de ser…; volvamos al tema del funcionariado que veíamos antes y, políticamente, esto es muy complicado de gestionar.

¿Tampoco ha funcionado el 3+2 a la boloñesa por este motivo?

Sí, en parte. Bolonia buscaba que el centro del conocimiento fuera del estudiante, como debe ser. Y hemos hecho muchos esfuerzos para que fuera así. Pero, claro, no a coste cero, como ha sido en España: si quieres mejorar algo, es necesario que dediques recursos, ¿no? Europa desarrolla el 3+2, pero España se plantea: ¿qué haré con todos los profesores de cuarto año? Personalmente no entiendo las manifestaciones en contra de la nueva propuesta para ir al 3+2, y menos por parte de los estudiantes. Porque, ¿qué quiere decir? ¿Que una persona en Inglaterra, en Alemania, en Italia o en Francia debe poder graduarse en tres años y en España en cuatro? ¡¿Es que son más burros nuestros estudiantes?! Si queremos ser europeos de verdad y dar a nuestros estudiantes todas las oportunidades, eso lo tendremos que cambiar. Si no, estamos replicando el modelo de la diferente anchura de vía en España y en Europa, y pienso que estamos perdiendo una gran oportunidad.

Volviendo a casa, ¿cuáles son los grandes proyectos que tenemos entre manos?

El más grande y más inmediato es el centro de cuidados paliativos que, Dios mediante, inauguraremos dentro de un año.

¿En el mismo Hospital Universitari General de Catalunya?

Hoy por hoy, sí. Será un lugar para cuidar muy bien a los enfermos, que eso son precisamente los cuidados paliativos: “No te podemos curar, pero sí te podemos cuidar”. Así, también intervendrán elementos de investigación: tenemos la Cátedra WeCare, de atención al final de la vida; la Facultad de Humanidades está trabajando con los temas del sentido del dolor y cómo ayudar a vivirlo… Pienso que hay muchos elementos de esos que podrían llegar a ser un auténtico eje de nuestra investigación. Veremos, pues, si el día de mañana nos vamos a otro lugar. Eso sí: deberá ser un lugar tranquilo; sobre todo pensando en los enfermos.

¿Se están planteando posibles nuevas titulaciones?

Sí. Una que tiene que ver con mi campo, la ingeniería biomédica, en relación con las prótesis dentales y piezas ortopédicas, y podríamos ser los primeros en España; otra sobre biomedicina, y otra de psicología. Son las tres que a corto-medio plazo podríamos ofrecer. ¡Dios dirá!

Tenemos unos años por delante… ¿Cómo le gustaría que lo vieran, en el tiempo que se quede como rector, los estudiantes y el profesorado y el personal de aquí?

Me gustaría que los estudiantes me conocieran como un rector cercano y al servicio de la Universidad y, por tanto, de las personas. También todos los que trabajan aquí… Lo dije el primer día y lo repito. Me preocupa, de verdad, si éste tendrá luz natural o no: a veces es complicado conseguirlo todo, más teniendo en cuenta nuestros edificios, pero al menos velaré para que todo el mundo venga feliz a trabajar aquí porque, por pequeña que sea su tarea, es tan importante o más que la mía. Todos, todos, todos contribuimos a hacer crecer esta universidad. Y esta es la fuerza de UIC Barcelona. Lo creo sinceramente y lo vivo.

* Entrevista realizada con la inestimable colaboración de Santi Gilabert Camí (Comunicación Audiovisual’17).

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