El artista anónimo. O lo divino en el arte

El artista anónimo es una pequeña obra cinematográfica. Estamos ante una fábula, muy recomendada para los que sepan apreciar las obras maestras: no tanto porque la película en sí lo sea, sino porque  que habla, con sencillez, pero con mucha sinceridad, sobre qué es una obra de arte. No es una película para el gran público, pero sí es una película que habla del gran público… Perdonad por el juego de palabras, pero es que, a medida que pensaba en la película que acababa de ver, más me daba cuenta la grandeza de la historia que cuenta.

Como ya hizo en su momento con Cartas al padre Jacob (película imprescindible), Klaus Härö, el director, habla de la humanidad, de un modo muy delicado, sutil, pero contundente y bello.

En esta breve entrevista que publica Rome Reports, Klaus Härö habla de la relación entre generaciones. Efectivamente, es un tema importante de la película, pero más aún lo es –pienso– el sentido de redención: lo que en mi reseña en Cinemanet digo como el descubrimiento de que algo que considerabas grande y por lo que vendes todo lo que tienes es mucho mayor de lo que podías esperar de un tesoro material: aquella perla magnífica –la obra de arte, en este caso– te lleva a lo divino. Y así como en Cartas al padre Jacob Härö hace una alegoría del amor de Jesucristo al dar su vida por nosotros, El artista anónimo viene a ser una actualización de la parábola del mercader de perlas. Esa es –me parece– la clave.

Nota: 8/10

No hay comentarios

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.