Paradójica sabiduría

A mí, Valeria me ha hecho soñar. Y, no sólo soñar: me ha llenado de esperanza. Valeria nació dos meses antes de lo previsto: era pequeña, pero se ve que tenía ganas de vivir. Y sus padres, de darle vida.

«Me llamo Valeria, y tenía prisa por vivir. Soy sietemesina. 1,165 kg. Tuve que ganar peso en poco tiempo: mis defensas no estaban listas todavía. Me enfrenté al riesgo de enfermedades graves. Pero sabía que no estaba sola. 1,660 kg. Supe qué es querer algo de verdad. Y no rendirse nunca. Aprendí a luchar. Me enseñaron… a soñar. 1,945 kg. Soñé con tener un hogar. Soñé con descubrir el mundo. Y recorrerlo paso a paso. Soñaré todos los días de mi vida».

A mí, me llena de ilusión –de la verdadera– ver a mis sobrinos con ojos como platos esperando, del más chico al más grande, en rigurosa fila india, para entrar en la sala de estar y abrir los regalos que les habrán traído los Reyes Magos. Que el Evangelio no dice que fueran reyes, sino sólo “magos”: un sabios que observaban las estrellas.

A mí, la fuerza con la que los más pequeños cantan a los Tres venidos de Oriente, que llevan cosas a toda la gente, durante la cabalgata del 5 de enero, me hace pensar que tantas veces estamos cargados de tonterías y nos preocupan cosas que no valen un céntimo. Pero aquellos Tres sabios sí lo sabían: lo leyeron en las estrellas, y se sorprendieron de ver a todo un Dios que se hizo Niño. El otro, el rey de aquellas tierras, no lo entendió, y para siempre se hizo minúsculo, queriéndose hacer grande, mientras que los Tres, se hicieron grandes, haciéndose pequeños.

Es curioso. Y paradójico.

A mí, me emociona ver a los niños poniendo las figuras en el belén, año tras año con el rostro de la primera vez. Con ganas de vivir. Así, también, Valeria.

Los niños son sabios. Como los Magos. Supongo que, por ello, esta será mi carta a los Tres Reyes Magos (que no eran tres, lo sé… pero a mí –y a muchos niños– ya me va bien): “Queridos Reyes Magos, para estas fiestas de Navidad, os pido ni que sea un poquito de esta sabiduría; y, ya que esta sabiduría me lo permite, también para todo el mundo: que nos descarguemos de tonterías”.

¡Que tengáis una feliz Navidad y próspero año 2018!

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