La Europa que queremos

Europa es la historia de un éxito. La historia del periodo de paz más largo del “viejo continente”, tras unas grandes guerras que han dejado 80 millones de muertos.

Fue una de las conclusiones a las que se llegaron en la mesa redonda que organizamos en +1 —y con mucha fuerza lo afirmó Lluís Foix— para hablar sobre la situación actual de Europa y la Unión Europea. Cosas de la vida —no fue buscado—, la fortuna quiso que quedáramos tras conocer el resultado del referéndum sobre el Brexit. El diálogo que tuvimos —intenso, en algunos momentos— es muestra de que algo está pasando en Europa. No solo por el Brexit: también por la crisis de los refugiados; los populismos que despiertan nacionalismos más o menos exacerbados, acciones xenófobas, manifestaciones y cabreo general; la todavía dura situación económica…

Hace unas semanas, hablando de la celebración, en Niza, del 14 de julio que recuerda el inicio de la Revolución Francesa, y que este año fue totalmente deslucida, si no aniquilada, por la triste actuación de un terrorista, el periodista Xavier Mas de Xaxàs escribía en La Vanguardia (16/07/16) que “hoy no seríamos felices sin el triunfo de las ideas que impulsaron aquella revolución (…). Somos fruto del sistema que entonces se puso en marcha, de las ideas que conquistaron el mundo, de la paz, de la democracia y del libre mercado”. Después, Mas de Xaxàs dice que podremos acabar con los jefes del terrorismo islámico, pero no con sus ideas, que son muy consistentes e imparables. “El EI —dice— es mucho más que un territorio, es una idea”.

¿Dónde están, hoy, aquellas ideas que revolucionaron la France del siglo XVIII y hasta ahora? ¿Qué nos está pasando, en Europa y en todo Occidente? Quizá ya va siendo hora de hacer examen, de preguntarnos qué ha pasado para que triunfe el Brexit y haya tan poca identificación europea y confusión general.

“Europa está enferma —me decía un buen amigo—, y cuando los medios generalistas lo quieran reconocer quizá sea tarde para reaccionar…”. Sí, Europa está mal porque esa libertad, esa igualdad y esa fraternidad han evolucionado no de la mano del altruismo —como propiamente debería ser—, sino del egoísmo, y resulta que, como en la famosa obra de George Orwell, unos nuevos cerdos han vuelto a reescribir la ley diciendo que “algunos hombres son más iguales que otros”: no son iguales los muertos de los tristes atentados en Alemania y Francia que los 80 y más de 200 heridos que provocó un suicida durante una manifestación en Kabul, o los 14 muertos del atentado de Davao (Filipinas), o… podríamos seguir; libertad, sí, pero para quien piensa como yo; fraternidad hacia quien tiene el mismo color de piel que yo… Y así vamos. Sin verdaderos ideales que nos mantengan firmes y unidos. Y sin reaccionar.

Dice Enrique Banús, en una de las minientrevistas que publicamos en el tercer número de +1 en papel, que “es el vacío interior, la falta de convicción, lo que causa el hundimiento de una civilización, más que el efecto perverso que pueda tener una invasión o una sumisión a otra potencia”. El Imperio romano no cayó tanto por la invasión de los bárbaros como por la decadencia en la que estaban imbuidos los romanos.

“Ser o no ser…”. Europa es mucho más que una “unión de conveniencia” y de cálculo. Lo tiene que ser. Por esto, hoy, el monólogo de Hamlet adquiere especial actualidad. Hoy, más que nunca, debemos decidir qué queremos ser realmente.

* Editorial publicado en el número 3 de la revista en papel.

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