El gran corto que te da el tiempo prestado

Érase una vez…

Así podría empezar esta nueva entrada: unos animadores que trabajan en Pixar (el corto, NO es de Pixar), Andrew Coats y Lou Hamou-Lhadj, deciden aprovechar el tiempo que les presta la libertad entre tarea y tarea…: ¡que no debe de ser poca!, a juzgar por su currículum: Coats ha trabajado en Cars 2, Brave y Del Revés. Y su colega, en Wall-EToy Story 3El viaje de Arlo y, también en Brave.

Pero esta vez, deciden aprovechar sus ‘ratos libres’ (prestados) para hacer algo totalmente espectacular, pero no para niños. Profundo: técnicamente y humanamente. Muy duro. Sí: mucho. La historia de un padre y su hijo. Y de un tiempo prestado (que eso significa ‘borrowed time’): el que se te da para que hagas algo mucho más grande de lo que pretendías. El que obtienes cuando te dicen: «tú no tienes la culpa» o, más aún: «te perdono»…

Que de eso habla Borrowed time.

De hecho, cuando acabé de verlo, sin buscarlo, me vino en la mente ese tiempo prestado de Carl Fredricksen y el mensaje de su eterna Ellie: «Gracias por la aventura. Ahora empiezas una nueva».

Pues sí: dentro de su dureza, me parece un corto muy alegre, porque respira esperanza. Me explico (¡ojo! antes tienes que ver el vídeo, porque habrá spoilers).

El hijo protagonista tiene un trauma muy doloroso provocado por la muerte de su padre: un accidente del que él se siente muy responsable (doblemente culpable: por no saber guiar bien la carroza y por apretar el gatillo que acaba con él y, sin el cual, posiblemente lo habría salvado).

Pasados muchos años, no aguanta y decide suicidarse arrojándose por el mismo lugar donde de despeñó su padre.

No obstante, la luz crepuscular provocará un reflejo que le llama la atención y, en el último segundo, le hará no tirarse… Ve a qué se debe la luz: el sol ha tocado el reloj que le había regalado su padre, justo el día del accidente.

Entonces, decide recomenzar la vida prestada que se le ha concedido: como que su padre le ha dicho: «tú no tienes le culpa»… Como la vida prestada que te dan cada vez que te dicen: «yo te perdono».

Alguno comenta que «sería interesante ver qué sucede luego de este trágico momento y qué pasa en la vida de este hombre». No creo que sea necesario. Los buenos cortometrajes hablan por sí solos. La luz del crepúsculo, brillante, como en ningún momento en los poco menos de seis minutos de la historia nos habla de este final feliz, de esta nueva vida prestada que comienza nuestro protagonista. Llora, porque se da cuenta de ello.

Por todo esto, no es oscuro. Es claro como el último rayo de luz del atardecer. Lleno de esperanza dentro de lo dura que puede ser, a veces, la vida. Optimista. Porque es una maravilla que te digan esto de «te perdono» o, como es en este corto, «ánimo, tú no tienes la culpa»…

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