Universidad, verdad y libertad

Hace cuatro años, Joaquín Navarro-Valls vino a la UIC para ser investido doctor honoris causa, junto con el cardiólogo Valentín Fuster. Habló mucho –como no podía ser de otra manera– del hoy san Juan Pablo II. Navarro-Valls, al frente de la Sala Stampa vaticana durante más de veinte años, supo comunicar la Iglesia, tal y como la Iglesia lo necesitaba en una época tan globalizada como la de hoy. “¡Había que cambiar una mentalidad de siglos!”, reconocía en la entrevista que me concedió entonces. Y lo consiguió; pero no sólo por sus dotes comunicativas, sino también –y en gran medida– porque el Papa supo decir las cosas como y cuando tocaba: “Juan Pablo II habló de manera muy clara en una época de ambigüedad. No era el Papa de la imagen, sino la persona que decía algo serio, en un momento preciso y necesario; y, además, lo decía muy bien”.

Preciso y necesario.

Una vez, Navarro-Valls planteó una hipótesis a Wojtyła: si se destruyera todo lo que tenemos sobre Jesucristo –los Evangelios, los escritos de los primeros Padres…; todo–, ¿con qué se quedaría? La respuesta fue clara y decidida: una frase, “veritas liberabit vos”. A il portavoce le vino esto a la cabeza mientras jugaba con el anillo de doctor honoris causa que le acababan de dar, y en el que aparecía esta frase del Evangelio de San Juan, al ser el lema de nuestra universidad.

La libertad nos hará libres: cuanto más conocimiento tengamos de la verdad –de todo lo que nos rodea– más libres llegaremos a ser. Parece lógico, ¿no? Algún gobernante, no hace mucho, lo cambiaba propalando a los cuatro vientos que es la libertad la que nos hará verdaderos. Pero esto sencillamente no puede funcionar: sería un sálvese quien pueda, una especie de guerra de todos contra todos, donde los deseos se convertirían en leyes, y las leyes en armas contra todos aquellos que no piensen como yo.

No es en vano, pues, que la UIC haya hecho suyo este lema. La Universidad –en mayúscula, en cuanto foro de debate– es el mejor ámbito de búsqueda de la verdad: donde se cultivan –deberían cultivarse– los diferentes saberes de la humanidad y donde los estudiantes deberían inquietarse por –en palabras del nuevo santo– abrir de par en par las puertas del corazón hacia el cómo y el quién realmente somos. ¿No es eso lo que nos hace ser más libres y, en definitiva, felices? Para decirlo de manera más simple: es reconocer nuestro “manual de instrucciones” para poder funcionar.

Son conocidos aquellos versos de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”. Algo parecido decía Gandhi: “Aunque seas minoría de uno, la verdad es la verdad”. Hay que buscarla, y la ciencia de la Universidad debe ser el instrumento que lleve a ella, no el esclavo al servicio de una ideología.

Y una pregunta: ¿alguien me puede explicar qué hacia tanta gente, el domingo, en la plaza San Pedro y alrededores? ¿Seguir, sin más, un acto litúrgico de centenares –por no decir miles– años de de historia? No creo. Algo de verdad deben ver en esos cuatro hombres protagonistas, el pasado 27 de abril.

[artículo publicado en la revista de la UIC].

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